lunes, 10 de agosto de 2015

38.- ANTIGUO MERCADO PÚBLICO MUNICIPAL – Plaza de Joaquín Costa s/n. La Unión


Aspecto original de Mercado al poco de ser inaugurado.
Esta pasada semana se ha inaugurado la 55 edición del Festival Internacional del Cante de las Minas, en La Unión, y coincidiendo con el magnífico vídeo sobre el antiguo Mercado de Abastos, sede del Festival, que ha realizado la Fundación Integra para Región de Murcia Digital, es el momento de rendirle un justo homenaje desde este blog.

A finales del siglo XIX, como consecuencia de un auge transitorio, La Unión vive el momento de su máxima expansión demográfica. Ya para entonces es, tras Murcia, Cartagena y Lorca, el cuarto núcleo más poblado de la provincia. 






Jacinto Conesa García
[San Pedro del Pinatar, 1860-?, 1930] 
En el Ayuntamiento circulan aires de modernidad. Así el “ilustrado” gobierno local inspirado por su alcalde D. Jacinto Conesa García, había comenzado a aplicar un amplio plan de reformas con un triple objetivo: mejora de los factores de “transito, higiene y ornato” en la ciudad.

En 1899 se planeó de forma definitiva construir un nuevo Mercado, que sustituyera al antiguo que era claramente anticuado e insuficiente, dentro de un plan de mejoras urbanas elaborado por el arquitecto Pedro Cerdán Martínez (1862-1947), tras varias tentativas anteriores infructuosas.

En ese plan Cerdán expresaba la necesidad de construir un mercado de hierro y una lonja “en un emplazamiento mucho más céntrico y adecuado donde el movimiento y la actividad pueda desarrollarse holgadamente”. Ello demuestra que sobre todo había un problema de espacio en el núcleo recientemente surgido, así como un crecimiento vertiginoso de la población. Pero además había otras dificultades: debía construirse en un lugar céntrico, que además estuviera despejado.

En enero de 1900 se aprueba el proyecto de urbanización y construcción del Mercado en la zona limitada por las calles Mayor, Taller y Parras y, lo que era más importante, junto a la estación del tranvía a vapor. Cerdán también proyectó para el futuro Mercado una glorieta de 120 x 36 metros que obligó a derribar una serie de casas humildes. Junto al Mercado estaba previsto construir una lonja que por su proximidad permitiera abaratar los costes de transporte hasta éste.

Tras una gran polémica sobre su ubicación, finalmente, y por acuerdo municipal del 11 de mayo de 1901, se aprobó su construcción en los terrenos de D. Francisco Rentero según el proyecto que éste adjuntaba elaborado por Beltrí, en detrimento del de Cerdán, aunque el encargo oficial se retrasó hasta el 19 de Octubre de 1903.

Sin embargo Beltrí no dirigió la obra, tal vez por la cantidad de trabajos que tenía en Cartagena, o por la lejanía de La Unión (no debemos olvidar que en esa época los desplazamientos no tenían nada que ver con los de ahora). No obstante en los “Libros de trabajos por encargo” de la fundición “La Maquinista de Levante”, responsable de la formidable estructura metálica, aparece a finales de 1902 el encargo de Beltrí de varias columnas y pilastras destinadas con toda seguridad al mercado. Finalmente fue el propio Pedro Cerdán el encargado de su dirección respetando en gran medida el proyecto original, aunque introdujo algunos cambios.

La primera piedra se colocó en octubre de 1903 y las obras se prolongaron hasta 1907 sufriendo numerosos retrasos, siendo el más curioso el provocado por un error al tomar las medidas para la estructura de hierro en la fábrica de “La Maquinista de Levante”. Finalmente el Mercado fue inaugurado en 1908.

Este edificio es una de las joyas de la arquitectura de la provincia y uno de los mejores edificios de Beltrí, construido de acuerdo con las exigencias técnicas de los nuevos materiales, el vidrio y el hierro, en el auge de la arquitectura modernista.

El Mercado posee una planta de desarrollo longitudinal y está atravesada por una nave menor en cuyo cruce se levanta una sombrilla metálica octogonal. Los muros exteriores son de mampostería enfoscada y los paños están horadados con cinco arcos angulares de pilares de ladrillo. El edificio está rematado por formas puntiagudas que nacen de motivos vegetales, acentuando la monumentalidad de la edificación.

En el edificio se conjugan la utilización de materiales tradicionales y modernos. El hierro se empleó sobre todo en el interior, aprovechándose para cubrir amplios espacios, manteniendo la limpieza del edificio y evitando obstáculos. La formidable estructura de hierro era de la mencionada fundición “La Maquinista de Levante” que utilizó materiales procedentes del extranjero. Las columnas, con arriostramientos de cercha, son muy esbeltas y consiguen un efecto de amplitud y diafanidad asombrosas. También sorprenden las excelentes soluciones arquitectónicas adoptadas para poder aprovechar al máximo todos los rincones del edificio.

Con respecto a la cúpula o “sombrilla”, cabe destacar su tambor, confeccionado con vidrio y sustentado con una estructura metálica reticular simple pero muy original y bella a la vez. Está rematada en su punto más alto por un elemento arquitectónico realizado en mampostería y que es sin duda un capricho de formas simples con nervios que lo envuelven, y que en la actualidad se encuentra inclinado notablemente y sin la aguja metálica, al igual que los remates centrales de cada fachada, que también la han perdido.

En el exterior de la fachada sur se encuentran insertados entre los vanos, dos relieves alegóricos, enmarcados por una moldura, a cada lado de la puerta. El relieve del lado izquierdo representa el cuerno de la abundancia, adornado con racimos de uvas. El del lado derecho representa un pez volador, una gallina y un tridente de Neptuno.

Dignos de mención también son una serie de soportales, donde se colocaban antiguamente los tenderetes, cuyas cubiertas están soportadas por unas bellas estructuras metálicas con formas vegetales, plenamente modernistas. Dos torretas que poseen un cierto aire andaluz flanquean la entrada principal.

En el interior hay dos curiosas escaleras de caracol con descansillos, que servían para acceder a las oficinas de abastos y al reloj interior. Dignas de mencionar son también las ocho fuentes de piedra existentes a lo largo del cuerpo central.

Las dimensiones del Mercado son: 49,4 metros de ancho máximo, 23,5 metros de fondo desde la boca y 21,3 metros de altura máxima.



Interior de Mercado, cuando todavía funcionaba como tal.
Obsérvese la farola y el puesto central de flores.
En el centro de la plazoleta interior había una farola de piedra y hierro forjado de cuatro brazos con motivos vegetales, rematada por una bola de piedra decorada con estrellas y con una banda que la circunvala. Posteriormente fue traslada y ubicada en la explanada que hay frente a la puerta principal en la misma plaza de Joaquín Costa, de donde fue retirada hace poco tiempo. Ignoramos su paradero actual.


La farola después de su traslado al centro de la plaza
frente al Mercado. Hoy está en paradero desconocido.
El Mercado siempre tuvo una oferta superior de puestos a la demanda existente. La verdad es que no llegó a tener éxito en el pueblo. Recogemos aquí las palabras de Pedro García Valdés, que explican lo sucedido:

“Cuando éste se construyó, hubo bastante resistencia por parte de los usuarios del viejo. La gente, en general, es muy rutinaria, y le molesta y asusta cualquier innovación; y aquella, aunque atrevida, no podía estar más justificada. En vez de tierra, la cochambre, las moscas de los puestos antiguos, puestos nuevos, aseados, blancos azulejos. Todo bien dispuesto y clasificado. En el centro, puestos de flores. Las carnicerías y pescaderías, relucientes, grandes gasas protectoras contra insectos. Herramientas, cuchillas brillantes, delantales limpios. Las floristas, con sus gorros y manguitos blancos, impecables. Y en lo alto, en una plataforma a la que se accedía por una escalerilla, la banda Municipal. La Banda, uniformada, estupenda, completa, dirigida por el maestro Juan Ibáñez, amenizaba jueves y domingos las operaciones del mercado. Pues todo esto, que venía a sustituir la mugre por la higiene, viejas rutinas por nuevos métodos, a dar una nota cordial y alegre, no fue debidamente comprendido y apreciado. Lo de siempre: que había costado mucho dinero, que era una ruina... Quizá en ello influyeran las típicas rencillas políticas del pueblo. El caso es que aquello que podía haber sido ejemplar y mereció el elogio de otras ciudades, duró poco más o menos los que su creador - Don Jacinto Conesa - al frente de la Alcaldía. Las verduleras y las floristas, los carniceros y pescaderos, se apresuraron a desprenderse de manguitos, delantales, gorros y gasas, tan pronto como él desapareció. Pero había otra causa, quizás la principal, de su escaso éxito: el lugar de su emplazamiento. Otra suerte hubiese corrido si se hubiera construido, para mayor comodidad de las amas de casa en sitio más céntrico de la población”.

Cartel anunciador del 55 Festival
Internacional del Cante de las Minas
A finales de los años setenta dejó de prestar servicio como mercado convirtiéndose en 1978, coincidiendo con la XVIII edición, en la sede del Festival Nacional del Cante de las Minas que se celebra todos los veranos durante el mes de agosto. El citado Festival está considerado como la más importante muestra anual de cante flamenco que se celebra en el mundo.

Para adecuarlo a este uso, para el que inicialmente no estaba diseñado, el Antiguo Mercado (rebautizado por el Ayuntamiento como “Catedral del Cante”) ha sido sometido a diversas reformas tales como el acondicionado de la cubierta central, la sustitución del suelo original de piedra de cantera, o la instalación de alumbrado interior, aire acondicionado, paneles acústicos y un escenario, que ocultan parcialmente su estructura interior. La reforma más importante fue realizada en 1985 por el arquitecto Pedro Antonio Sanmartín Moro. Su aforo actual es de 1.400 personas.

El edificio está declarado Monumento Histórico Artístico por orden ministerial de 15 de marzo de 1975.

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