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Fotografía de la mañana del día en que se saqueó el quiosco |
El desaparecido quiosco del diario "La Verdad" estaba ubicado en la Plaza de la Cruz de la capital murciana, frente a la catedral. Fue inaugurado el 28 de junio de 1924, apenas un año después de que fuese aprobada su construcción el 8 de junio de 1923.
Diseñado por el prestigioso arquitecto Rafael Castillo Saiz para la venta de “prensa católica”, su estilo es una mezcla extraña entre el art-déco y el orientalismo de las mil y una noches. Se trataba de una construcción de planta cuadrada y forma cúbica, elevada sobre una plataforma, y rematada por un gran cornisamento de aleros sobresalientes. En el centro de las fachadas se situaban las grandes ventanas-mostrador, y en cada esquina un llamativo pilar adosado. Según observamos en las fotografías que se han conservado, toda la decoración, incluidas las embocaduras de los vanos, siguen los cánones geométricos propios del art-déco.
Sobre el primer cuerpo se superpone otra estructura cúbica, de menor tamaño, coronada por un chapitel cónico, y sobre éste, una barra vertical con tres bolas, a modo de yamur. En las esquinas, coincidiendo con las pilastras del cuerpo inferior, sobresalen cuatro bovedillas esquifadas.
La decoración del segundo cuerpo debió llamar la atención del público por su originalidad. Entendemos que el emplazamiento del quiosco, junto a la catedral, requería un tratamiento especial, que estuviese a la altura del monumento. De hecho, la presa local describía el edificio como “kiosco en forma de pagoda”, en posible referencia a la imagen exótica del conjunto, y a ciertos elementos poco usuales en la arquitectura local urbana, como el yamur, o los remates del chapitel y los cupulines que nos recuerdan la arquitectura islámica de la India.
Por otro lado, la integración del quiosco en el entorno de la plaza y su ubicación, casi adosado a la torre de la catedral, también debieron condicionar en gran parte su diseño. Si observamos ambos edificios, podemos apreciar que la estructura del quiosco bien pudo ser concebida como una vaga imagen, o reflejo, del perfil de los cuerpos superiores de la torre, destacando los cuatro templetes, o conjuratorios, y el cuerpo cúbico del campanario.
El quiosco fue saqueado en mayo de 1931, sólo siete años después de ser inaugurado. Este hecho causó un enfrentamiento entre el diario y el Ayuntamiento de Murcia, organismo al que se solicitó sin éxito licencia para reparar los destrozos. Ante la negativa municipal de conceder la licencia, “La Verdad” intentó arrendar el quiosco a un jardinero, que pensaba utilizarlo como exposición de flores. Pero cuando el futuro inquilino solicitó la licencia, también le fue denegada.
El 19 de marzo de 1932, durante la reunión del Concejo, se leyó el informe de un inspector de Sanidad municipal, que certificó el lamentable estado del quiosco y lo calificó como “foco de infección y peligro para la Sanidad pública”. Se ordenó la retirada inmediata de los restos y fue demolido.
En este artículo de Antonio Botías, se explica con detalle cuando y porqué fue destruido:
"El kiosco donde no crecieron flores"
El saqueo del célebre kiosco de 'La Verdad' enfrentó en 1931 al diario con el Ayuntamiento
14.12.08 - ANTONIO BOTÍAS
"De la prensa del día, que le daba el nombre, a libros de texto para el Bachiller y revistas ilustradas; de tinta holandesa a papel higiénico, o informes sobre colegios y residencias; de tarjetas de invitación a recordatorios de bodas, rosarios, estampas de santos y velas, refrescos... y cuanto usted pudiera imaginar, servido a domicilio y pagadero en cómodos plazos. Así era el afamado kiosko de La Verdad, auténtico precursor de las posteriores tiendas de Todo a 100 y uno de los principales iconos de la ciudad de Murcia.
Durante años, el kiosco con forma de pagoda, cuyo excepcional emplazamiento era la plaza de la Cruz, al pie de la torre de la Catedral, sirvió como punto de encuentro de la sociedad murciana, desde los potentados que regían el destino de la ciudad hasta los labradores que se acercaban desde los pueblos para nutrir sus despensas. Auténtico altavoz de la prensa diaria, protagonizaría un curioso episodio que hoy ya nadie recuerda.
Fue el 11 de mayo de 1931. Apenas había pasado un mes desde la proclamación de la II República. Murcia era la octava ciudad del país, con 158.724 habitantes, superada por Bilbao, Zaragoza, Málaga, Sevilla, Valencia, Madrid y Barcelona. La República, legalmente instaurada, intentaba abrirse camino en un país en crisis. El paro azuzaba revueltas sociales que, en el caso de España, tendrían como objeto la Iglesia, sus instituciones y medios de comunicación afines.
El periódico nunca se significó ni asoció con ningún partido político aunque no por ello logró evitar diversos ataques a lo largo de su historia. En este contexto se produjo el saqueo del kiosco, asaltado por un grupo de violentos durante la madrugada, al que se sumaron, ya amanecido el día, no pocos murcianos que, en pocos minutos, arramblaron con cuanto había a su paso.
Un alcalde en desgracia
A tal extremo llegó el expolio que, durante las semanas siguientes, decenas de murcianos fueron devolviendo artículos que supuestamente cayeron en sus manos, en unos casos «por error», y en otros porque «me lo he encontrado en la calle».
La Alcaldía emitiría una nota al día siguiente donde condenaba los hechos y advertía de que «actos semejantes, lejos de beneficiar a la República, habrán de provocar por parte de sus enemigos una reacción desfavorable para los ideales de Libertad y Justicia que el nuevo régimen encarna».
El saqueo del kiosco, de entrada, causó un enfrentamiento entre el diario y el Ayuntamiento de Murcia, organismo al que se solicitó sin éxito licencia para reparar los destrozos. Sin embargo, esta petición se realizó en junio de 1932, un año después del asalto. Según el periódico, «no se hizo antes, porque se esperó prudentemente a que se aquietaran las pasiones desbordadas». Entretanto, las ventanas fueron tapiadas. Ante la negativa municipal de conceder la licencia, La Verdad intentó arrendar el kiosco a un jardinero, que pensaba utilizarlo como exposición de flores. Pero cuando el futuro inquilino solicitó la licencia, también le fue denegada.
En aquel año era alcalde de Murcia José Moreno Galvache, republicano convencido y farmacéutico. Curiosamente, el primer edil sería declarado en 1936 «enemigo de la República» por testificar en un juicio a favor de los militares que impidieron la entrada en Murcia de la llamada Columna de Hierro, formada por anarquistas, entre otros. Exiliado primero en Tánger, Moreno Galvache moriría en México, donde regentaba una farmacia.
El 19 de marzo de 1932, durante la reunión del Concejo, se leyó el informe de un inspector de Sanidad municipal, que certificó el lamentable estado del kiosco y lo calificó como «foco de infección y peligro para la Sanidad pública». Se ordenó la retirada inmediata de los restos.
En la sesión también se leyó el recurso presentado por La Verdad contra el derribo. No fue tomado en cuenta. Desde entonces, muchos cuestionarán el informe sanitario que el diario describirá como «una patraña».
Aquella sesión, donde también se aprobó el presupuesto municipal -no alcanzaba los cinco millones de las antiguas pesetas- acabó a las cuatro de la mañana. Apenas tres horas más tarde, los operarios comenzaban el derribo. Un día después, el semanario satírico Don Crispín anunciaba que el kiosco «ha caído a impulso de la piqueta municipal» y añadía, de forma burlona, que «el Alcalde ha solucionado el problema de los parados», en referencia a las informaciones del periódico sobre el crecimiento del desempleo. Pero a pesar de los ataques, La Verdad sería el único diario murciano que resistiría la entonces próxima Guerra Civil."
Rafael Castillo Saiz [Murcia, ? - Murcia, 1950] fue uno de los arquitectos más reputados de
Murcia en el periodo de entreguerras. Entre sus obras más destacadas podemos
mencionar: la restauración y reforma de la fachada del Santuario de la
Fuensanta, dotándola de nuevas torres y campanarios, la restauración y reforma
integral del Convento de la Merced (actual Facultad de Derecho de la
Universidad de Murcia) para los H.H. Maristas, y la construcción del nuevo
colegio de los H.H. Maristas en el Malecón.
Su estilo es una mezcla entre el academicismo y
las corrientes neobarrocas historicistas que tienen su mejor plasmación en la
fachada que diseñó para Convento de la Merced.
Ocupó los cargos de: arquitecto jefe del Registro
Fiscal, arquitecto jefe del Catastro Urbano Arquitecto provincial para Murcia
del Banco de Ahorro y Construcción. Así mismo fue presidente de la Sociedad
Económica de Amigos del País.
Quisiera dar las gracias a todos aquellos que a lo largo de los años nos proporcionaron informaciones sobre este curioso quiosco, y muy especialmente a Juan Carlos Muñoz, Vaico y Mª José Lario.
FUENTES
- Botías, A. "El kiosco donde no crecieron flores". Diario "La Verdad" 14/12/2008
- Diario "La Verdad" 1/07/1924